Este fin de semana estuve en el rastro de Madrid. Es una salida que me atrae mucho porque me llena de ideas y de aire fresco. La verdad es que me excuso pensando que voy a encontrar el cuadro para la chimenea o la lámpara para la cómoda, cualquier pensamiento motivador. Lo que más me gusta son las tiendas, y lo que más me sorprende es cómo evolucionan. Hablando con Paco (Odalisca) me dijo que se trasladan al barrio de las letras en unos días y que el Rastro de Madrid ya no es lo que era. –»¡Qué lástima!»–, le dije –»¿Y eso porqué»?–, y me estuvo contando cómo el turismo de alquiler está empezando a devorar las plantas bajas de los locales. Con tristeza cansada me contó cómo continuaba allí, ahora en una tienda muchísimo menor, por los pedidos que hacen los estudios de producción para las series de época o películas con atrezzo muy concreto pero que «en cuanto se acabe esa tendencia esto desaparecerá»– me dijo. ¡Ay, Paco, ¡qué lástima!– Pues sí, …