Llevaba años deseando comprar algo de vidrio mallorquín. Un verano me invitaron unos amigos y en el cóctel sacaron unas copas impresionantes. Cada cual diferente pero del mismo tono de color: verde. Les he seguido siempre la pista y al final, después de un periplo, ¡las tengo en casa! Os cuento.
Sabía de la existencia del Museo del vidrio en Algaida (Mallorca) y puse rumbo a Palma dispuesta a coger un coche y casi, casi, abrir la tienda a las 10 de la mañana pero, en todo viaje planificado, surgen despistes… y el mío fue dejarme el permiso de conducir en casa, así que no pude alquilar ese maravilloso coche. No pasa nada: «pues al autobús a recorrerte la isla», me dije. Y así fue.
Me bajé en plena carretera comarca mallorquina, y tras andar un par de kilómetros al sol dí con un castillo en el que se anunciaba que por fin, llegaba a mi destino:»¡Qué emoción, por Dios!» Y sí, vi a través de los ventanales de la tienda ¡mis coooopasssss!. Entré rápido y sin pasar por la parte de la izquierda donde explican el proceso, me lancé a buscarlas, mirarlas, tocarlas y disfrutarlas.
Hice muchísimas fotos, y aprendí. Os voy a contar lo que recuerdo de la persona que me atendió tan amablemente –a pesar de que tuviera un dolor de cabeza tremendo– y pude ojear en el libro que adquirí allí mismo El Arte del vidrio en Mallorca y los Gordiola.
Las ideas ‘madre’ son las siguientes:
- Los arqueólogos se han declarado impotentes para fijar la época del descubrimiento del vidrio. Aunque habría que remontarse hasta la prehistoria, es cierto que los primeros documentos son del s.IV a.C.
- Primer dato documentado sobre el soplado del vidrio: Egipto.
- Grecia: no alcanzo el grado de perfección egipcio y tampoco del posterior romano, pero a Grecia se deben las primeras muestras de i opaco empleado en los mosaicos y que denominaron ‘piedra fusible’.
- Italia: el brillo de la industria vidriera al mando de los artistas venecianos, que han ido guardando siglo tras siglo los secretos de su fabricación. Fue en 1289, y para evitar que el fuego pudiera devastar esta industria, cuando se dicta una Orden por la que se confinaba a la Isla de Murano a los vidrieros, con sus familias y sus fábricas para evitar perderlas. No se les dejaba salir de ella.
- A pesar de las penas que se les impusieron por el Consejo de los Diez, algunos de ellos pudieron emigrar a nuestro querido país –España– y a ciudades de Europa Central.
Y ahora paso a las fotos. La verdad es que el libro se adentra en lo que ocurrió en Mallorca, pero si os interesara saber más, me lo decís y os cuento en otra ocasión. Ahora, creo que nos apetece ya disfrutar de las fotos. Mirad si ha valido la pena pasar todo un día de los cuatro que estuvimos, viendo semejante belleza.

Ella es la responsable de la tienda y la que nos atendió a pesar de su jaqueca. Un ejemplo de responsabilidad y pasión.
Espero que te haya gustado tanto como a mí. Se me olvidó comentar que la familia Gordiola (1719-1740) es la propietaria y desde esa fecha ha estado fabricando el vidrio en estas maravillosas tierras. Parece ser, que el abuelo del autor del libro –Gabriel Gordiola Balaguer– procedente de Cataluña y comerciante de vidrios quien propuso al vidriero aragonés Blas Rigal instalarse en Mallorca. Y así, de generación en generación, los Gordiola han llegado a nuestros días.
Ha valido la pena
Me ha parecido precioso precioso
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